lunes, 2 de julio de 2012



La Edad Moderna es el tercero de los periodos históricos en los que se divide tradicionalmente en Occidente la Historia Universal, desde Cristóbal Celarius. En esa perspectiva, la Edad Moderna sería el periodo en que triunfan los valores de la modernidad (el progreso, la comunicación, la razón) frente al periodo anterior, la Edad Media, que el tópico identifica con una Edad Oscura o paréntesis de atraso, aislamiento y oscurantismo. El espíritu de la Edad Moderna buscaría su referente en un pasado anterior, la Edad Antigua identificada como Época Clásica.
El paso del tiempo ha ido alejando de tal modo esta época de la presente que suele añadirse una cuarta edad, la Edad Contemporánea, que aunque no sólo no se aparte, sino que intensifica extraordinariamente la tendencia a la modernización, lo hace con características sensiblemente diferentes, fundamentalmente porque significa el momento de triunfo y desarrollo espectacular de las fuerzas económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las entidades políticas que lo hacen de forma paralela: la nación y el Estado.
En la Edad Moderna se integraron los dos mundos humanos que habían permanecido aislados desde la Prehistoria: el Nuevo Mundo (América) y el Viejo Mundo (Eurasia y África). Cuando se descubra el continente australiano se hablará de Novísimo Mundo.
La disciplina historiográfica que la estudia se denomina Historia Moderna, y sus historiadores, "modernistas" (aunque no deben confundirse con los seguidores del modernismo, estilo artístico y literario, y movimiento religioso (Modernismo teológico), de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX).

En la literatura latinoamericana la expansión española del siglo XVI se manifiesta preferentemente en los testimonios de los cronistas que relatan sus experiencias, en donde se observa, más que una preocupación artística, un deseo de contar unas aventuras de por sí fascinantes y las impresiones ocasionadas por el mundo americano, un hipotético paraíso terrenal.
En un período de aproximadamente ciento cincuenta años (1600-1750) predominó en la literatura hispanoamericana el estilo barroco donde Góngora, Quevedo y Calderón de la Barca son los autores de mayor influencia en la literatura de esta época.
La crisis del sistema colonial se acentúa en el siglo XVIII y la segunda mitad de la centuria en Latinoamérica se caracteriza por el surgimiento de movimientos anticoloniales que fueron el desencadenante del proceso independentista. En efecto, hacia 1830 la casi totalidad de los países de Latinoamérica habían logrado su independencia.
La segunda mitad del XVIII, etapa intermedia y de transición con el Barroco, está caracterizada por la presencia del estilo rococó, poco productivo en el ámbito literario.
El Neoclasicismo se desarrolla en América en la primera mitad del siglo XIX. Cerca de cuarenta y cinco años, aproximadamente entre 1845 y 1890, duró la vigencia del Romanticismo en la literatura latinoamericana. Una vez que la mayoría de los países latinoamericanos lograron su independencia, vino un período de consolidación de los diferentes nacionalismos. Esto implicó una preocupación por establecer estructuras políticas, económicas, sociales y culturales acordes a la nueva etapa que se estaba viviendo. En este contexto, el movimiento romántico trascendió lo meramente literario y se constituyó en el signo distintivo de la nueva realidad latinoamericana. El costumbrismo es la nota predominante de estos años de vigencia romántica, pues sirvió de pretexto a poetas, novelistas, dramaturgos y ensayistas para criticar y satirizar a una sociedad que atravesaba una etapa de grandes cambios y que se apegaba peligrosamente a modas extranjeras. Producto de esta situación, la mayoría de los países latinoamericanos viven una efervescencia literaria que se traduce principalmente en la creación de literaturas nacionales y, por consiguiente, en la presencia de autores representativos de esta modalidad.